-De
domingo a domingo-
Julio
Martín 04.01.2015
Querido lector: Un cordial saludo. Ignoro tu graduación lectora…
Humildemente quiero aclararte que
mi pretensión es doble: exigirme a mí
mismo, a la vez que comunicarme. Quien frecuente esta página quiero entender
que de alguna manera sintoniza con mi
expresión y pensamiento, hecho que agradezco sinceramente. Esta misma sintonía
–cercana y fiel- supone para mí una exigencia, a la vez que cierta incomodidad.
Me presento. Sin falsa humildad, -ajena a
mis sentimientos-, soy un escritor privado,
que de ordinario se comunica con un círculo de lectores y oyentes dentro del
campo de la docencia. Como sacerdote amplío mi letra y mi palabra en el ámbito
de la fe y la celebración.
En mi larga estancia en esta hermosa ciudad
–veintitrés años de docencia, de cuentos y poemas, de silencios y plegarias- he
tenido la suerte de ir creciendo muy despacio en distintas artes y contemplaciones.
De ahí que recurra a la imagen de la escalera…
Toda mi actividad se resume en un ejercicio libre de expresión
y escucha, modos de vida no siempre al alcance de otras muchas personas… Por
supuesto, -sin ocultar mi condición de sacerdote-, tengo mi pequeña cátedra, espacio privilegiado para trasmitir
la Palabra. No soy ningún escritor de altura, si bien desde mi condición de
profesor y lector he tenido la inmensa suerte de estar en contacto con los más
grandes escritores de la literatura universal.
Situado en este primer peldaño os describo la imagen que va a acompañaros. No. No
es ningún pozo claroscuro ni tampoco un pretencioso laberinto. Es probablemente
una de las escaleras interiores más bellas de nuestra ciudad. En madera, sí. Se
trata de una escalera sabia, hoy casi siempre oscura y silenciosa…
Nuestra ciudad ofrece al visitante –y sobre
todo a sus vecinos y residentes- un sinnúmero de vistas y rincones
maravillosos. En este caso nos quedamos en este aparente juego, pozo de
claridades y silencios interiores… No es mi propósito desvelar su lugar. Sí regalar
al lector semejante ascensor de
barandillas y peldaños, juego casual de quien ideó tan bello rincón ensalzando
a su vez el profundo sentido del esfuerzo y de la ascética…
Reiterando mis mejores
deseos para ti, querido lector, asiento mi palabra en este primer descansillo, preludio de un duradero
encuentro en este Nuevo Año 2015. ¡Nos vemos!
Las cosas más bonitas de la vida son las que logramos con nuestro empeño.
ResponderEliminarEnhorabuena, Julio, por tu valentía. Y también felicidades por la sensibilidad y la primera imagen que nos regalas. Deseo que se cumplan tus expectativas de compromiso creador y comunicador. No me aguanto el decir, para quienes no te conozcan, que la ciudad maravillosa donde vives es SEGOVIA.
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