domingo, 25 de enero de 2015

LOS OJOS DE LA NOCHE



LOS OJOS DE LA NOCHE
25 de enero de 2015
                                           
Para los que padecemos “emeralopia”  (algún oculista me ha aclarado que no existe  tal terminología  “ceguera nocturna”) la noche es incómoda a la vez que seductora. Esas luces difusas que te deslumbran en el fondo  son al mismo tiempo mi defensa y mi bastón… “Atento, Cantarás”, -me decía un lazarillo amigo hace algún tiempo-.
   La noche ampara y desampara al viandante, ávido de claridades y rincones. ¡Mira que es belleza! “La belleza está en los ojos del que mira”… Mas yo sigo pensando que, aún ciega,  la belleza es también esencia y exposición. Por eso nuestros ojos seleccionan, saborean y contemplan con gratitud y emoción determinadas imágenes: personas, paisajes, obras de arte…
   Decimos al inicio “los ojos de la noche”. Me refiero a la luz que acerca y embellece plazas y rincones. Sin entrar en disquisiciones estéticas y visuales la belleza es una realidad objetiva, por más que algunos ojos no sepan descubrirla. Cierto: también reside en la recámara de nuestra sensibilidad, hecho que nos permite a unos sorprendernos y a otros pasar de largo.
   Probablemente nunca tuvimos tantos recursos para almacenar estampas bellas, mas esto no obsta a que sus creadores –los de la belleza- hayan existido siempre en todas las geografías, pueblos y culturas. ¿Qué decir de esculturas y monumentos persas y egipcios, griegos o incas, de pueblos primitivos, de plazas, edificios y jardines? ¿Cómo olvidar templos,  imágenes, conjuntos escultóricos, plazas, murallas y acueductos? Bien recordamos las distintas categorías atribuidas a la persona: “homo sapiens, parlante, faber, religiosus”… “El mundo, como diría Rilke, es interpretado y el hombre, como diría Höllderlin es símbolo y diálogo”.
   Sin llegar a mayores disquisiciones -¡ampárenos la noche!- la imagen está siempre ahí: advertida o ignorada. La luz, su auxiliar en muchos casos, es iluminación, descubrimiento, ocasión de contemplación y sobresalto.
   ¡Los ojos de la noche! Los ojos de la noche son lazarillos, piadosos, generosos, discretos, pacientes, bellos… ¡Cómo no arrodillarnos ante el espectáculo que tantos espacios iluminan! “Ojos que no ven, corazón que no siente”. Cierto es que nuestras cámaras externas tienen hoy tal capacidad de almacenamiento que muchos de nosotros corremos el riesgo de convertir este medio en almacén de trigo en el que su contemplación solo dura el instante de la captación, sin apreciar el valor de sus granos y detalles.
   Voy a concluir. Tras tantos años en esta ciudad monumental sigo descubriendo espacios, miradas, decoración, alturas y rincones que me siguen gritando: ¡”Detente, abre los ojos, contempla, disfruta, interioriza”! ¡Lástima que ante tanto descubrimiento exterior y tanta fragilidad humana corramos el riesgo de trivializar y desoír los gritos que tanto espacio nos regala!
   ¡Perdón y…gracias! ¿Comprendido?